
Yo miro, miro todo el tiempo: Rufino Tamayo
“El contacto con el arte prehispánico y con las artes populares me abrió un mundo.
De inmediato descubrí que la fuente para mi trabajo estaba ahí, en mi tradición.”
La universalidad del hombre se encierra en el puño de una mano; el universo se va desintegrando hasta transformarse en materia ajena. El pincel se convierte en una extensión de la mano, da inicio al recorrido no sin antes atravesar el brazo, la mente, y llega a su final con el alma.

La tierra produce el material necesario para que se pueda engendrar una obra imperfecta, totalmente humana. Esa misma naturaleza no inspira la obra, se prepara para verla nacer: la alimenta, la arrulla, le da un propósito, un nombre para luego, anunciar el deceso –el fruto se convierte en arte-.
Rufino Tamayo, durante 90 años, experimentó la pureza de dar a luz, de ser madre y padre, hijo y hermano del oficio artístico. Al igual que sus frutas, en él se resguardaban semillas de colores, de alegrías, ritmos, figuras, de tiempos no lineales, vacíos…
Presenciar un cuadro del artista oaxaqueño, consiste en colocarse los ojos del cielo y simplemente mirar la vida junto a sus múltiples orígenes.
Ediciones Tecolote, en colaboración con el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, la Fundación Rufino y Olga Tamayo y el Museo Rufino Tamayo, rinden un pequeño pero completo homenaje al pintor. El libro Yo miro, miro todo el tiempo: Rufino Tamayo contiene una selección de imágenes de algunas de las obras más representativas, así como pedazos de texto que proporcionan continuidad y coherencia a la recopilación de imágenes.
El título desglosa cada uno de las imágenes para así, ofrecerle al lector la oportunidad de analizar y experimentar el ritmo, el trazo, el movimiento y el color que utilizaba el artista. Mirar una pintura es una forma de vivir la vida que no nos pertenece. El verdadero reto de la pintura basado en la perspectiva del oaxaqueño, consiste en decir mucho con poco. Por ejemplo, un solo color ofrece vastas posibilidades de tonos o gamas, ese mismo color penetraba la complejidad y se convertía en muchos más colores.
La geometría –elemento fundamental del artesano-artista- ofrece cierto equilibrio al espacio pero, al mismo tiempo, “el orden debe estar presente, pero también el desorden”. Esta filosofía presenta y erige la personalidad del hombre y su libertad.
Él, encontró en México su propia universalidad. Encerró en su puño la historia, la muerte, la existencia, la eternidad y las tradujo en obras artísticas. Hizo del ojo humano el componente maestro para expresar lo que el alma no se atreve a decir.

Yo miro, miro todo el tiempo: Rufino Tamayo nos dice que la prudencia del tiempo en nuestro país es infinita; el infinito se apropia de un cuerpo, se convierte en artista y, al final, se le otorgó el nombre: Rufino Tamayo.
“Para mí el mundo, mi mundo, es y ha sido únicamente la pintura…Jamás me retiraré. Es más, yo creo que me moriré pintando.”
Vivió dos veces, y lo hizo al mismo tiempo. Respiraba mientras pintaba y pintaba para poder respirar. A veces, creo que inventaba su propio aire.
Originally posted 2014-05-15 00:47:54. Republished by Blog Post Promoter