
Una vela para Dostoyevski
Por Abraham Pérez
Un buen tiempo me pasé sin leer a Dostoyevski, por una u otra razón no me acercaba a sus novelas, a pesar de que todo en derredor mío me invitaba a hacerlo. En mis años mozos (¡ja!), leí El Jugador y quedó sólo un recuerdo vago y desdibujado. Cuando decidí retomar al genio ruso, lo hice con Memorias del Subsuelo y caí en cama un par de semanas, confundido y perturbado en lo más profundo. Continué leyendo con avidez la obra de Dostoyevski, de la que aún me falta un buen tramo por recorrer, y no pude más que reconocer al genio o, recurriendo a las palabras de Henry Miller, a Dios mismo.
Al leer Crimen y Castigo me convertí en Raskólnikov, ese genio-héroe-criminal; ese hombre de carne y hueso que no soportaba sus condiciones, que era movido por sus pasiones secretas y sostenía la tesis de que todo crimen era justificable para el genio: el fin justifica los medios. ¡Cómo no pensar en ese Razumijin, el gran amigo de Raskólnikov: poeta, borracho y enamorado!
Y las mujeres dostoyevskianas: las hermosas histéricas, las heroínas metafísicas; las mujeres terribles que aman y temen ser amadas, que juegan con el hombre y el hombre da todo por ellas. Pero los personajes de Dostoyevski siempre tienen un secreto, siempre guardan un as enmohecido bajo la manga: el odio, el crimen, la inadaptación. Dostoyevski supo articular (antes del psicoanálisis, antes del existencialismo, antes que las filosofías que vendrían a poner el dedo en el renglón de lo metafísico) las cuestiones religiosas, la locura, la neurosis, el amor, la poesía, las pasiones más oscuras de lo humano. La obra de Dostoyevski es tan rica que es inabarcable, inefable: ¡no hay palabras mas que las suyas para remover esos rincones del ser que pocos humanos son capaces de siquiera rozar!
Retomando a Miller: ¿por qué Dostoyevski es Dios? Simple: porque, como diría el escritor estadounidense de alma parisina, “sus personajes son más reales que las personas reales”. Leer a Dostoyevski es retornar a lo más humano de lo humano: a lo abyecto y lo sublime; a lo demoníaco y lo divino; el ir y venir del amor y el odio; un devenir a la vez santo y oscuro.
¡Cómo olvidar El Gran Inquisidor! Iván Fedórovich Karamazov se encuentra en una crisis de fe y esto lo lleva al borde de la locura. Al igual que Raskólnikov, Iván tiene una obra que refleja un pensamiento de orden filosófico (o teológico o metafísico, ¡Diostoyevski!) y se trata precisamente de El Gran Inquisidor, el cuento hecho por este personaje que narra el regreso de Cristo en la inquisición: un cuestionamiento al cristianismo y, en particular, al hombre cristiano. Y es que puede leerse en Dostoyevski que el cristianismo nunca ha existido; puede percibirse en su obra que el ser humano se ha desvinculado de lo sagrado, y la fe que se ha profesado no es más que la caricatura de lo que alguna vez fue la idea de Dios. ¿Habrá acaso algún verdadero cristiano hoy en día que profese y practique el amor como principio? ¿Es que el hombre prefiere la muerte a la libertad? Temas grandes para un autor grande.
Y ahora, algo fundamental: ¿por qué mis dedos corretean como locos por el teclado en un arranque?, ¿por qué escribir sobre Dostoyevski cuyas palabras son inmejorables? Esta semana decidí ir con un viejo amigo al teatro, sin saber qué veríamos. Nos encontramos con un póster que anunciaba “Dostoyevski: El demonio y el idiota”. Se trata de una magnífica puesta en escena que retoma argumentos y discursos de obras como El Idiota, Los Demonios y Los Hermanos Karamazov construyendo un hilo narrativo en el que se anudan, mezclan y confunden la fe, la locura y el amor, abarcando los temas más sensibles que, en definitiva, removerán las fibras más esenciales de nuestra humanidad.
Estimado lector, estimada lectora: si se ha acercado usted a la obra del genio ruso y, como yo, ha sentido cómo se retuercen las entrañas en su interior, le recomiendo ampliamente Dostoyevski: El demonio y el idiota; si no se ha acercado usted a la obra, le aseguro que no podrá resistirse después de ver esta maravilla en escena y, si presta usted bien atención, algo en su interior cambiará, o como diría Virginia Woolf:
“and then words, moving darkly, in the depths of your mind will break up this knot of hardness”
[Entonces las palabras, moviéndose oscuramente, en las profundidades de tu mente romperán este nudo de dureza]
Para nuestra fortuna, la obra se estará presentando en el teatro “El Granero, Xavier Rojas”, en el Centro Cultural del Bosque (detrás de Auditorio Nacional) jueves y viernes a las 20:00 horas, sábados a las 19:00 y domingos a las 18:00 hasta el día 15 de diciembre. Y para aquellos que buscamos economizar (o somos pobres como Dostoyevski) los jueves el boleto está en $30.00. Si usted quiere entrar en un trance escénico y poner el dedo en la llaga sobre las cuestiones más profundas de lo humano, esta obra es para usted. Quizás así, al igual que su inseguro servidor, recordará la importancia de encender una vela cada noche en honor a Dios-toyevski.
Originally posted 2013-11-24 20:45:11. Republished by Blog Post Promoter