
La presión de los cuerpos sumergidos al agua
Frente a las situaciones que nos rodean y presionan, ubicamos nuestro ser dentro de un profundo mar, del cual buscamos la forma de salir a la superficie para aspirar la libertad de la paz, más en ocasiones, el peligro que se corre de morir ahogado, es equivalente al de asfixiarse en la libertad de nuestros propios actos.
Diego Del Río es uno de los directores de teatro actuales de mayor importancia, además del más destacable de su generación. Sus propuestas se perciben siempre con esta intención de afectar directamente a la emoción desde el principio, para así, adentrarnos en el contrato de la puesta y hacerla tan nuestra como plantea. Definitivamente un trabajo bien concebido en “El principio de Arquímides”, presentándose en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.

El texto nos adentra a una problemática ocurrida en una escuela de natación, un joven maestro ha sido acusado por una alumna de 5 años de dar un beso en los labios a uno de sus compañeros. El educador defiende que lo hizo para tranquilizar al pequeño que tenía miedo de entrar a la alberca sin flotis, además recalca que fue un beso en la mejilla. Pero la situación actual de esta sociedad no permite tolerancia ante tales sospechas, ¿Qué hará la directora?, ¿Qué opinan sus compañeros de trabajo?, ¿Los padres de familia conocerán la acusación hecha por la pequeña?
Quiero aplaudir en un principio el inteligente texto de Josep Maria Miró, autor oriundo de España. En este diálogo nos habla acerca de la doble moral persistente en la sociedad que cada vez proclama ser mas “abierta”, de los prejuicios, del miedo, la inseguridad, del existencialismo, de la adjetivación, de la violencia (en un amplio espectro) y más, todo bajo el fantasma de la paranoia en la que todos estamos presos en la actualidad.
Miró propone una mirada honesta a una agravante que va creciendo como la presión en una tetera, hacia un suceso cotidianidad existente: una acción que originalmente se puede catalogar como inocente, pero que también podría ser mal intencionada. ¿De qué depende entonces la visión de la realidad que está ante nosotros?, esta respuesta se balancea entre los hechos tangibles, la cultura previa y la sospecha, bendita arma de letalidad impune o caluroso abrigo.

Luego entonces, Del Río toma la historia para llevarlos a su máxima veracidad y apego a la realidad perceptible, montando una línea dónde nos otorga información, corta y repite pero con nuevos detalles, luego adelanta el tiempo, luego lo atrasa. Esta narrativa no lineal resulta un juego bastante interesante que permite analizar el caso expuesto desde diferentes aspectos y valores a juicio, más finalmente no nos dejará descubrir uniformemente la verdad, y es que como pasa en la sociedad común: cada quién ve lo que quiere ver.
La escenografía de Matías Gorlero resulta bastante atrayente e interesante, nos presenta la sala de profesores de esta institución de manera total, con salidas, movimientos y cambios de iluminación que aportan un grato ritmo y soporte al trazo escénico. Curiosamente se adapta a un patrón dado en las 2 últimas direcciones de Diego Del Río (Tribus, Proyecto Chéjov Vanya) dónde el escenario queda al centro del espectador para ver la acción en totalidad en dos frentes, cual si fuésemos los observadores de la cámara de Gesell.
Los personajes comparten un elemento vital: el miedo. Miedo a que se descubra una verdad, miedo a que se complique más una mentira, miedo de creer en algo que no conocen, miedo por alguien al que aman. Generan pues una fantástica tensión que se apodera del ambiente y envuelve en la intriga, nos convierte en los jueces y cómplices. Son seres que descubren horrorizados que la rutina se ha disfrazado entre ellos como el “conocer” a quién convive a su lado el día a día.
Un elenco bastante equilibrado, dónde Huberto Busto, Mariano Palacios (un grato redescubrir actoral, ahora en el drama), Fernanda Borches y Héctor Kotsifakis (Alternando con Arturo Barba), viven en verdad la trama y la comunican con éxito, respetando los lineamientos del discurso y la intensión de la dirección a la orden. Se pertenecen.
Resulta pues un producto que nos explica la ambigüedad de las relaciones humanas y el peligro que las mismas pueden representar, pero de las cuales no podemos escapar, pues podríamos hundirnos. Imperdible.

Originally posted 2014-03-27 00:29:18. Republished by Blog Post Promoter