
Al final Piaf si se arrepiente
Cantar es dar vida, pero es imposible sin una buena letra, no importa cual buena sea la música.
Edith Piaf
Tardé en asimilar mi visita al Teatro Fernando Soler tras ver Piaf, Vivir por una voz. Muchas cosas pasaban por mi mente, entre ellas el recuerdo de la primera vez que escuché una canción de Edith Piaf, tendría yo 10-11 años, no tenía la menor idea de quien era esa mujer, en que idioma hablaba o que querrían decir las palabras que acompañaban la música, sin embargo me hizo vibrar, sentir una tristeza y placer tal vez incomprensibles a esa edad. Pero así es la música de Piaf, toca sin fronteras.

En Piaf, Vivir Por Una Voz, la autora Beatriz González Rubín nos acerca a la vida de Edith Piaf en el auge de su carrera, precisamente en el momento que su primer y verdadero amor llegó a su vida: el boxeador Marcel Cerdan, a partir de ese momento presenciaremos la trayectoria del pequeño gorrión hasta su día final. Siendo partícipes del proceso de degradación de la diva y las lapidaciones sociales que vivió en la búsqueda de su propia felicidad.
A partir de este siguiente párrafo procedo con mi crítica a la ya mencionada puesta en escena dirigida por Cecilia Angulo. Como aclaración previa a clubs de fans y lecturas susceptibles: realizar una crítica no es sinónimo de destruir un trabajo o vituperarlo, sino señalar aciertos, flaquezas y dar un panorama que permita aconsejar al crecimiento de los involucrados; no se lo tomen a pecho, en otras palabras.
La historia se desarrolla con ayuda elementos escenográficos sencillos y 3 cuadros que servirán de proyectores para llevarnos a los espacios que el texto apunta. Una propuesta digital bastante atractiva que casi en toda la obra se mantiene interesante y exitosa pues permite abrir mayor profundidad al contexto histórico en que la vida de la cantante francesa tuvo lugar.
Todo inicia de maravilla, nos permiten adentrarnos de lleno al alma de la diva en plenitud de su fama y gozo por medio de sus temas. Conocemos a Momone (una desaprovechada Dobrina Cristeva) su fiel amiga y a Louis (Otto Sirgo) su representante. Todos hablan maravillas de Piaf, pero no olvidan su lado humano. Luego Edith conoce a Marcel (Julio Manino) y el asunto se va por la borda. Retratar una vida tan compleja no es fácil, claro está, y tal parece que Cecilia Angulo no supo qué hacer con el paquete ¿Por qué? A partir de que el personaje principal se topa de lleno a la experiencia amorosa cada acción y elemento entrante a escena comienza a ser torpe y sobrante.
La intención de Angulo claramente era mostrarnos el alma gentil y delicada, empero, desafortunadamente lleva a la diva francesa por el camino de histeria y ego que también la caracterizaron, tornándola en una mujer frívola y caprichosa. A la par el texto de González Rubín busca tomar los grandes momentos de la vida de Piaf tras su consolidación artística y pretende ahondar en todos con astucia, el resultado es evidente, un caos dónde cuestiones entran y salen sin tener mayor profundidad y desperdiciando áreas de carácter y crecimiento.

La dirección atropella cualquier esperanza de ver a Edith Piaf en degradado, todo se mantiene en la misma línea hasta que se cae abruptamente. Resulta inverosímil por ejemplo que una mujer afrontando la muerte del ser al que más ha amado pues le enseñó a amar de nuevo, exprese su dolor de una forma robótica en primer instancia para después solventarlo todo en un número musical.
Arianna aparece en escena dando vida a Edith con firmeza y convicción, su potente voz rinde homenaje a la intérprete con muy dignas versiones de las canciones que su personaje hiciera clásicas, mezcladas entre su idioma original y el español. Es notorio en todo momento el gran esfuerzo de la cantante por comunicar el sentir del ser humano al que está representado, su trabajo es bueno, mas tristemente se nota confundida en momentos, sin dirección fija y con movimientos acelerados para hacer crecer su personaje en un tiempo récord.
Desnudos innecesarios que restan calidad al ser insertados por mero morbo, focos abiertos, una coreografía lineal, texto pretencioso lleno de frases pomposas, actuaciones sin réplica, personajes pobres de psicología o con construcción trunca, ritmo intermitente, subtemas que no conectan. Todo lo anterior son los primeros señalamientos que a simple vista se perciben en la primer media hora de la puesta, lamentablemente la lista sigue con el transcurrir de las dos horas de duración total, que por supuesto no se justifican y pudieron haber sido efectuadas en 90 minutos o menos.
Honestamente este trabajo se siente como una camaradería maquiavélica entre autora y directora por lograr un producto que se vea bien y se venda, pero cuya calidad tal vez no es tan cierta. La obra nunca llega a ningún lado. El peor enemigo de Angulo son sus decisiones contrastantes, por ejemplo mostrar imágenes de la Edith Piaf real en su auténtico deterioro y después poner a su actriz luciendo glamurosa en todo momento sin siquiera un cambio o despeinado de peluca que indique al público signos de depresión o algo. Nada pasa, todo se queda quieto.
Fallida es la palabra que describe a esta puesta, una lástima que al final el público solo pueda decir a favor de lo que acaba de ver que Arianna aún interpreta bastante bien y que la selección musical fue muy atinada. La obra es vacía y débil, irónica situación ya que a juzgar por el material con el que trabajaba tuvo que haber sido fuerte y entrañable. Por ello quise poner primero mi experiencia personal con Piaf, pues al final cualquiera se sentiría tan ofendido como yo de que se halla caricaturizado a un ser humano que aportó tanto a la historia musical.
Véala bajo su propio riesgo, o mejor espere a que se lance el soundtrack o que Arianna grabe los temas que canta para un material propio, pues es en realidad lo único que mantiene al espectador en su asiento. Bueno, eso y el obvio panorama de que ya pagó su boleto.

Originally posted 2014-07-10 00:32:56. Republished by Blog Post Promoter