
Experiencia musical: Tere Frenk y la OCBA

No más ruido de cuerdas afinando, nadie tose en el recinto, ha pasado el tiempo de acomodarse en la silla, un despistado entra corriendo a la sala y se detiene en seco tras averiguar el momento crítico ante el que se encuentra, cientos de miradas fijas en un punto, un único respiro mantenido a la expectativa de los primeros pasos de la concertista al asomarse fuera de las piernas del escenario. Tal pareciera el clímax de la velada, tanta tensión acrecentada por el misterio de su entrada…algunos fervorosos conocedores se justificarán ante la premisa de cuán ansiosos le esperaban, otros tantos primerizos antepondrán la importancia de la primera impresión hacia el carácter con el que se interpretará la pieza, el resto lo adjudicará a la tradición. En esta ocasión, corresponde a la pianista Ma. Teresa Frenk hacer los honores. Con la tez en alto y un andar parsimonioso luce la experiencia ante aquel místico ritual de acercamiento al piano. Tan pronto cruza la mitad de su camino, la audiencia prorrumpe en aplausos pudiendo descansar en sus asientos con la promesa de mantener el interés en la ejecución.
Es entonces que el director, Giuseppe Lanzetta, reúne la atención de aquellos que como Orquesta de Cámara de Bellas Artes, tocaran el Concierto para piano y orquesta no.14 en mi bemol mayor, K.449 de Mozart, un concierto pocas veces escuchado en México…y da la entrada. Cada movimiento comienza la orquesta, y una vez establecido el tema, es turno de resaltar para el piano que lo retoma y desarrolla al estilo que sólo el “Mozart-virtuoso” puede.
Aquellas mangas azules del vestido de la concertista, se mueven con presta delicadeza a la par de los momentos álgidos de la pieza. En primera instancia pareciera que el piano no se escucha, pero el diseño acústico del lugar permite extender el sonido de una manera muy redonda. Eso, aunado a la técnica de la pianista, resultó en unas dinámicas muy interesantes. Oscilaban desde el muy “piano” hasta un sutil “fortísimo”. Es extraño poder decir que características tan abstractas como “llenos de cuerpo y peso” se le pueden atribuir a una interpretación (supongo tiene sus bases en una previa experiencia sensible repetible, aunque con sus variaciones, correlacionando estos factores con el sonido), y sin embargo, es lo que escuche: gran sonoridad. ¿Una aproximación?, escucha el tercer movimiento aquí.
¿Qué más hubo?

Silvestre Revueltas es el auditorio del Conservatorio que dio cabida a este gran concierto en el 250 Aniversario luctuoso de Pietro Antonio Locatelli, con cuyo Concerto grosso en re mayor abrieron la programación.
Dentro de los márgenes de la tradición, el “montaje” de la pieza final fue ingenioso: La Sinfonía no.45 en Fa sostenido menor de Haydn, mejor conocida como la Sinfonía de “los adioses”. Haydn la compuso para darle a entender al rey Nikolaus Esterházy que los músicos a su disposición, habían pasado mucho tiempo en su casa de verano, alejados de sus familias; es por eso que en el último movimiento, se coordinaron los integrantes de la orquesta para ir desapareciendo poco a poco hasta quedarse únicamente el y el concertino tocando un dueto de violines. Hoy en día suele repetirse como homenaje la salida de los músicos, siempre repitiendo patrones como cuando el director se limpia la frente de sudor por el cansancio, o les pide a los músicos que se queden; también el juego de luces que se apagan paulatinamente a la salida de cada una de las partes de la orquesta. El final varía según el director, en esta ocasión, se quitó el saco, se puso cómodo y fingió quedarse dormido en las sillas donde tocan regularmente los chelos. Puedes darte una idea de cómo le hizo la OCBA en “este link”.
Sinfonía de los Adioses dirigida por Daniel Baremboim:
Originally posted 2014-04-11 17:48:02. Republished by Blog Post Promoter