Moda sustentable, moda que cuestiona
Por: Remitente
@remitente_df
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La industria de la moda es hoy en día altamente problemática, en la medida en que se ha convertido en una de las más nocivas para el medio ambiente. Pero no sólo para éste, también para las condiciones de vida de muchos trabajadores de todo el mundo que se encuentran sometidos a un régimen de precariedad y explotación laboral.
Investigaciones llevadas a cabo por SETEM (Campaña Ropa Limpia) ponen de relieve que las empleadas –porque en su mayoría son mujeres– de muchas de las grandes empresas de moda en lugares como Marruecos cumplen jornadas de hasta 14 horas diarias por salarios que pueden ser inferiores a los 100 euros mensuales y que rara vez superan los 200. La situación en otros países como Bangladesh es aún peor: se sitúan entre los 20 y los 35 euros mensuales y los hundimientos e incendios de fábricas han matado a cientos de personas en los últimos cinco años. Investigaciones indican que en la mayoría de los países las grandes empresas han ganado terreno al pequeño comercio y que se ha producido una revolución comercial en el sector. Las empresas han tratado de superar la timidez consumista, forzando así a que los consumidores entren y compren. Existe además una desigualdad de género: los hombres ganan más dinero que las mujeres por el mismo trabajo. Es evidente, por tanto, que nos vestimos con precios bajos pero a un coste muy alto, aún más elevado si tenemos en cuenta que se está consumiendo más moda que nunca antes en la historia de la humanidad.
Entre las estrategias para conseguirlo se emplea una cada vez más rápida rotación de stocks y un lanzamiento casi constante de nuevas colecciones. Una temporada puede, por ejemplo, constar de tres colecciones (o incluso más), que apenas duran tres semanas en tienda y suponen nuevas tentaciones para unos consumidores que no tienen tiempo de disfrutar de la ropa en su tradicional sentido estacional.
Pequeños pasos hacia una moda más sostenible
Para quienes puedan sentir una mínima sensación de mala conciencia, no faltan las opciones de eso que se ha denominado «eco-chic», –más una tendencia estilística superficial que una alternativa real– pues se basa sobre todo en una apariencia de naturalidad de las fibras que no siempre es así. Muchas de ellas proceden de cultivos tratados con productos químicos o se han sometido a procesos de fabricación menos respetuosos con la Naturaleza de lo que prometen a primera vista.
Ahora bien, pese a este panorama tan poco agradable algo está cambiando en el sector porque, poco a poco, están surgiendo otros modelos que van desde el «hazlo tú mismo» (DIY-Do It Yourself), pasando por la clásica –y en las últimas décadas prácticamente en desuso– «reforma» de nuestro vestuario y la creación de grupos de costura y tricotado (Stitch & Bitch), hasta proyectos de hacktivismo y actos micro-políticos basados en el cortar, coser y hacer –como los desarrollados por Otto Busch con su «Reform Project»–, que cuestionan el sistema moda.
Incluso las grandes empresas han dado algunos tímidos pasos en esa dirección (incorporando a su producción algodón de comercio justo y poliéster reciclado, por ejemplo) para responder a una demanda, pequeña pero significativa, de unos consumidores que poseen cierta conciencia medioambiental. Este es, por ejemplo, el caso de H&M que en abril de 2011 lanzó su «Conscious collection» o el de C&A que, desde 2007, vende algunas prendas de algodón orgánico. Ésta y otras marcas han repartido en diversas ocasiones folletos con consejos sobre cómo cuidar la ropa para alargar su vida. Por su parte, Kenzo lanzó en la primavera de 2011 y dentro de su línea «Kenzo Doll», una colección «vintage» –a un precio más bajo de lo habitual en esta firma pero en edición limitada– realizada a partir de telas sobrantes, es decir, del reciclaje, una propuesta que ya había realizado anteriormente Yves Saint Laurent.
Sin embargo, para quienes apuestan por un diseño sustentable éstas no son verdaderas soluciones sino simples parches en un sistema moda que tiene que transformarse casi por completo, empezando por llegar a la raíz del problema: un consumo inconsciente y desaforado que se desenvuelve de espaldas a cualquiera de las consecuencias sociales y medio ambientales negativas que provoca. Y el propio sistema moda lo fomenta y alimenta constantemente, como ya se ha mencionado.
Reemplazar cantidad por calidad
La moda sustentable, como alternativa de diseño, se plantea llegar precisamente a la raíz y provocar transformaciones que sean realmente significativas. Demanda un reemplazo de la cantidad por la calidad, un giro de lo global a lo local, del consumir al hacer o del consumo de los recursos naturales al aprecio del mundo natural.
Hay que desmitificar el mundo de la moda, alejándola tanto del elitismo de las pasarelas como del patrón de consumo actual, opinan los defensores del diseño sustentable, pero también hay que tomar conciencia de que ésta ocupa un lugar crucial en nuestra cultura porque es parte del comportamiento humano y un valioso ámbito creativo. No es cuestión, por tanto, de que desaparezca, como sugieren los más extremos, sino de que el sistema en el que se encuentra inserta sea capaz de encontrar un equilibrio con el medio ambiente y de incorporar valores sociales positivos.
No se trata, pues, únicamente de adquirir menos ropa –una opción válida pero algo simplista en un sistema tan complejo como el actual– sino de cambiar nuestra percepción de ella, las ideas sobre su diseño, los materiales y los modos de producción, con el objetivo de que vayamos abandonando un tipo de relación (con la moda en general) que, a día de hoy, resulta destructiva para el medio ambiente y las personas.
Una de las principales propuestas de la moda sustentable es observar cómo actúa la naturaleza y seguir algunos de los principios que la rigen: cooperación, simbiosis y eficiencia. Pero, también, trabajar sobre aspectos presentes en ella tales como la ligereza, la flexibilidad y la diversidad como modo de contrarrestar el poder de una industria dominada por la estandarización y las tendencias que hace que todos, en cualquier parte del mundo, invirtamos en el último modelo para ser distintos y, paradójicamente, vayamos vestidos iguales. Frente a la homogeneización, la diferencia.
La sustentabilidad en moda pasa, además, por un cambio en los materiales empleados: de las fibras artificiales a las naturales (como el algodón orgánico, la lana, el lino o el bambú) pero además por una transformación en los modos de fabricación, con productores más pequeños pero más flexibles.
Como dice Kate Fletcher, diseñadora y consultora británica, especializada en moda sustentable: “Se trata de una relación fuerte y atenta entre el consumidor y el productor. Se trata de producir prendas de vestir que inicien un debate, apelen a una significación profunda o necesiten del usuario para terminarlas con pericia, imaginación o estilo. Se trata de diseñar piezas de confianza y capacidad de inducir que alienten a la versatilidad, la inventiva, la personalización y la participación individual. Sólo entonces la gente se transformará de consumidores ciegos que eligen entre productos preparados y cerrados a ciudadanos que realizan elecciones conscientes de cómo compran, usan y se deshacen de su ropa.»
Muy bueno. Tenemos que empezar a ser más conscientes.