Memorial a Rogelio Sinán, el poeta más grande de Panamá para el mundo

 

Rogelio Sinán

“¡Mi galleta!”, cuentan quienes lo conocieron, estas fueron las primeras palabras pronunciadas por Bernardo, cuando un primo suyo intentó arrebatarle su deseado postre azucarado de las manos. Tenía voz. En adelante, no iba a permitirlo jamás. Después de 15 años de silencio, como solo en los cementerios se puede encontrar, su garganta liberó las palabras formuladas, presas desde su nacimiento. Bernardo Rodríguez Alba, mejor conocido como Rogelio Sinán, nació para ser poeta, un regalo para el mundo.

El amigo incondicional del roble barbón y correoso, de la virilidad andante, del guante de box más ajustado y de la botella, siempre, más vacía, Ernest Hemingway, se valió más de una vez de este privilegio al ser rescatado de tundas y pugilatos, los cuales, le presagiaban dolores inimaginables.

Se dice que los largos y lejanos viajes siempre traen, para un poeta, el complemento no dado por su patria, y es cierto, Rogelio Sinán es la más clara prueba. Comenzó su viaje con su primer visita a Italia, donde conoció la vanguardia, se la apropió, la dobló como un ticket de compra en sus bolsillos y la devolvió a Panamá con el nombre de Onda en 1929. Años después de su éxito vanguardista en su país, viaja a México donde estudia Artes Dramáticas y Teatro por 5 años, además toma el puesto de Cónsul para la embajada de panameña en México. Meses después gana el Premio Interamericano de Cuento, con La Boina Roja en 1949.

Es de la mano de este cuento, junto con La Cucarachita Mandinga y La Isla Mágica, cuando consolida su literatura, su nombre y su renombre como el poeta más grande visto por Panamá en toda su historia. Es por esto, que éste memorial se levanta en su nombre.

El Memorial a Rogelio Sinán, formalmente llamada Sala Onda, fue inaugurado el 24 de Abril de 2010, después de muchas largas y encarnizadas negociaciones con su nuera directa, quien poseía la mayoría de los bienes heredados. El Memorial esta ubicado en la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP) al norte de la capital panameña, en el barrio El Dorado.

Aquí se pueden encontrar una pequeña parte de su biblioteca original, con algunas reliquias invaluables, como su edición italiana de La Divina Comedia -libro que llevaba a todas partes sin importar su destino-, sus retratos al óleo, tres bustos hechos por diferentes escultores como el cubano Ernesto Navarro; y uno de su primer esposa, “Conchata”, recortes de periódicos donde se le retrata al ganar algún premio, fotos con personalidades como Gabriel García Márquez o nuestro queridísimo Luis Echeverría, primeras ediciones originales de sus obras más célebres, correspondencia con otros cónsules, un par de zapatos rescatados de la basura, su hermosísima máquina de escribir con todos los botones, aún en perfecto estado para sus funciones, la silla donde, sentado con tranquilidad y meciéndose esporádicamente, escribió sus más grandes obras, además de constancias originales de sus premios, como el recibido en México, entre algunos otros.

Por encima del valor sustancial e incomparable que significa atesorar su legado a través de su biblioteca, de las ediciones originales de sus libros, de su máquina de escribir sin un solo vestigio de polvo; lo más valioso en esta sala, es la nostalgia que ronda en ella. Entre esas paredes se siente como, aún después de 18 años de su fallecimiento, Rogelio puede vernos caminar por su estudio sin preocuparse, posando su codo izquierdo en el brazo de su trono y encima de él su cabeza mientras su mirada constante sigue nuestros pasos.

Originally posted 2013-04-30 17:05:09. Republished by Blog Post Promoter

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