
La vida rayada de Rogelio Naranjo
Hay pocas personas que tienen una vocación que reafirman con talento y pasión por lo que hacen: Rogelio Naranjo ha vivido para documentar por medio de caricaturas el vaivén político de nuestro país, siendo galardonado internacionalmente por su trabajo que aún sigue vigente hasta nuestros días, publicando en el periódico el Universal, la revista Proceso, entre otros; una gran figura de la caricatura en nuestro país que a través del Centro Cultural Universitario Tlatelolco mostrará todas sus facetas como dibujante, artista y retratista en la exposición “Vivir en la raya” la cual será inaugurada el 24 de enero, exhibiendo una parte del acervo de más de once mil dibujos que el artista donó a la UNAM en 2011 y que formarán parte de un total de más de 500 piezas exhibidas en ésta muestra que también incluye cartones, grabados, esculturas y algunos objetos personales de este ícono de la caricatura mexicana, quién a través de los años muestra dinamismo y creatividad inagotables.
Aquí un fragmento de una entrevista que realizó para El Universal como pre a la inauguración de la exposición:
-¿Ve su trabajo como una crónica visual de la historia del país?
-Lo vea yo o no, eso es. Una crónica visual. Ha aparecido en algunos de los libros que he publicado, que son como 14 o 15; algunos muy voluminosos como Los presidentes en su tinta. Casi todo lo mío son libros que son colecciones de trabajo que se refieren a aspectos de la política; en Me van a extrañar, sobre el gobierno de Fox, hay mucho de lo que él hizo en su sexenio. Yo no hice separación de ningún presidente para decir ‘a éste no lo toco’; están todos, y ya sabemos que México no es de los países donde hay una mayor libertad de prensa. Creo que algunos periodistas de diferentes especialidades nos hemos ganado un poquito el reconocimiento de los lectores llevando puntualmente lo que está ocurriendo en México; en este caso, haciéndolo de una manera humorística es la mejor manera de entregar un trabajo que finalmente deja un sabor optimista por la ironía que existe y por las carcajadas que a veces se logren sacarle a la gente.
-¿Ha tomado un presidente el teléfono para llamarlo? ¿Llaman a las direcciones de los medios?
-Eso sí lo han hecho, llamar a la dirección, o se han enojado, el caso de Miguel de la Madrid que aventó la revista Proceso cuando tenía que dar su informe de gobierno; pidió que le llevaran la revista y, cuando vio mi dibujo, la aventó. Me lo dijo una persona que fue testigo presencial. Ha habido todo tipo de experiencias y situaciones que van desde lo chusco hasta lo dramático; la gente en el poder tiene todo tipo de respuestas: algunos lo toman con cierta filosofía y no les molesta, pero hay quienes parece que son menos vulnerables y resulta que pierden los estribos. Hay quienes se enfrentan con el trabajo mío y les hago de menos titubear un poco.
-¿Usted cómo se ve?
-Simplemente tengo que, de alguna manera, justificar la nobleza del trabajo de un periodista, y yo me considero uno, en eso no vamos a transigir para nada, y si no lo he hecho con jefes de redacción o con directores de periódicos menos lo voy a hacer con políticos. Ellos, los políticos que se sienten como que se le pasó a uno la mano en contra de ellos, debían pensar en el trabajo de los periodistas, de los reporteros gráficos, de los redactores, también se la juegan para que su trabajo lleve cierto nivel, cierta dignidad.
-¿Cuándo cambiaron las cosas para el periodismo?
-Justamente cuando cambiaron para la política. En ese tiempo no había en el país, y parece que estuviera hablando de hace 200 ó 300 años y apenas era a mediados del siglo pasado, no había un ayuntamiento en toda la República mexicana gobernado por ningún partido de oposición, todos eran gobernados por el PRI. Hemos avanzado en el sentido de que se han conseguido algunos pequeños logros, ya de repente empezaron a salir los gobernadores y ahora ya hay hasta cierta oposición en las Cámaras, pero hace 50 ó 60 años no había nada. A lo más que aspiraba uno era a hacer un trabajo como el que yo hice o como el que ha hecho Rius o como el que han hecho algunas otras personas en el periodismo. Es ‘la cárcel y un macanazo, unos golpes’, mínimo como hacían con Rius, que cuando iba a dar una conferencia siempre le pagaban a dos guaruras para reportar lo que él hiciera, y ellos tenían el cinismo de sentarse con él en los camiones y él les iba platicando y los mantenía muertos de risa.
-¿Le pasó algo así?
-No, porque nunca fui famoso como Rius. Yo empecé a surgir como un voto de confianza de la opinión pública que decidió que mi trabajo también servía, y avalado por algunos intelectuales de mucho peso.
-El trabajo suyo tiene dos distintivos: dibujo y la posibilidad de hacer reír, ¿Lo siente diferente del resto del periodismo?
-Siempre me he considerado un caricaturista que no hace reír sino llorar a la gente por las situaciones tan dramáticas en que se da la política aquí en México y todas las funciones de gobierno, siempre con una víctima, que es el pueblo. Cuando hago esos dibujos digo “no voy a hacer reír a nadie con estas cosas”, pero la gente de repente capta la ironía y se muere de la risa (…)