
Ángeles Mastretta: Mujeres de ojos grandes
Caminan juntas cada que el tiempo les permite. Fue uno de esos días en que las suelas de los zapatos se desgastaron más de lo común, dentro de la plaza la multitud de gente producía cacofonías, pero ellas solo se sintieron atraídas por el acervo de papel y pasta convertidos en la expansión de quienes hicieron pluma. La de cabellera rizada miró una pasta en especial y sin dudar un segundo tomó el libro y leyó el título Mujeres de ojos grandes.
Historias burguesas de la ciudad de Puebla, inspiradas por mujeres de una época rosa, donde casi todo era perfecto: familias adineradas, comida abundante, maridos ideales con futuros prometedores, pero, ¿qué podría hacerle falta a estas mujeres de ojos grandes? La aventura y los secretos más íntimos complementan la vida de cada una de ellas.
Fragmento:
“La tía Leonor tenía el ombligo más perfecto que se haya visto. Un pequeño punto hundido justo a la mitad de su vientre planísimo. Tenía la espalda pecosa y unas caderas redondas y firmes, como los jarros en que tomaba agua cuando niña…”
Ángeles Mastretta nació en la ciudad de Puebla el 9 de octubre de 1949, ella es quien plasmó las líneas de esta obra literaria que refleja la realidad escondida de una sociedad sobresaltada al menor indicio de espontaneidad. Mastretta en estos pequeños cuentos puso en evidencia esos secretos que la sociedad intenta esconder, pero como todo buen sigilo siempre se revela.
Ambas miraron con asombro el título, pero solo una lo llevó a casa. Admirada y embelesada por la pluma de Mastretta, se adueñó de las historias en su mente, pensaba en las miles de mujeres de ojos grandes que seguramente aún deambulan por la ciudad; en especial en dos mujeres que sin ser burguesas habrían pertenecido a las historias de Ángeles Mastretta.
En los días siguientes ellas hablaron de Mujeres de ojos grandes, caminaron poco porque el tiempo no les permitió más, la de cabello rizado despegó con alas de metal hacia el país del dólar, mientras que los otros ojos grandes se quedaron firmes en la ciudad. Ambas prometieron volver a contemplarse, regresando los ojos grandes y la insoportable levedad.
Fragmento:
“…Porque aquella noche, bajo la luna, el hombre le dio un beso en la nuca como quien bebe un trago de agua, y fue una noche tan lejos de la pena que nadie hubiera podido imaginarla como el inicio de la más mínima desgracia…”
Originally posted 2013-10-01 15:47:38. Republished by Blog Post Promoter
Me agrada, pero díganle al editor que el primer párrafo no lleva sangría :/