
Padre y memoria de Federico Campbell
“Soy, en la medida que me cuento. Cuento, luego existo.”
Siempre me ha costado trabajo decir: murió (no “se murió”, porque así como no “se nació” tampoco “se murió”); murió en tiempo pasado, porque sólo se muere una vez. Cuando llega el fin del tiempo, basta con que uno lo recuerde para que viva para siempre.
Por eso los escritores nunca mueren, nunca fueron. Los escritores son y serán. Viven en nuestra memoria sólo para convertirse en parte de nuestros recuerdos. ¿Que no son nuestros recuerdos, nuestra memoria parte de nuestra identidad personal? “Y es que la memoria nos constituye. El ser es memoria. La persona es la memoria y la memoria es nuestra identidad personal. Yo soy lo que he sido. Yo soy lo que recuerdo.”
Eso dice Federico Campbell, uno de los más grandes periodistas, ensayistas, narradores y traductores mexicanos. Obtuvo la beca J. S. Guggenheim en 1995 así como la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 1990; recibió el Premio de Narrativa Colima por “Transpeninsular”; en 1999 se convirtió en miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. De manera magistral figura en los libros de cuento y los ensayos, como por ejemplo: “La ficción de la memoria”, “El imperio del adiós”, “La invención del poder“, “Periodismo escrito”, etcétera.
“Padre y memoria” es el último ensayo. Este trabajo antológico nos muestra que para Campbell, citar constituye todo un ejercicio de la retórica donde el escritor se convierte en ajustador. La riqueza en cuanto a referencias es notable.
Franz Kafka, Juan Rulfo, Paul Auster, Sam Shepard, Ramond Carver, Eliseo Alberto…forman parte de lo que conforma “Padre y memoria”.
Haciendo una revisión de textos de algunos de los más grandes autores y científicos, Campbell deja ver la influencia del padre en la literatura, empero no sólo como figura patriarcal, sino como memoria. Se sostiene que cuando el padre vive de su memoria, el hijo vive de esta; y más aún cuando el hijo realiza el ejercicio de las letras.
Dice Campbell que los seres humanos jugamos entre dos dimensiones: la vida real y la ficción. Al hacer uso de nuestros recuerdos, la memoria no actúa fiel, no recordamos de manera lineal ni cronológica, nuestra memoria crea “la memoria inventa. No reproduce. No es un disco, ni un archivo, ni una cinta grabada. Recordar es siempre reconstruir, no reproducir.”
Pensar en nuestra memoria es pensar en lo que imaginamos. Podemos comparar el sueño con la acción de escribir una novela; nos valemos de nuestros recuerdos para construir vidas y amores, espacios y tiempos. “Las ruinas circulares” de Jorge Luis Borges se detona uno de los peores miedos de la mente: imaginar que somos imaginados. ¿Seremos personajes del sueño de alguien más? “¿No será que, como el sueño, la vida también es una ficción?”