Laramie se ve brillar desde lejos…

Un crimen de odio es lo más aterrador que hay en este mundo, pues quien lo comete en realidad cree que hace lo correcto.

Cher

Proyecto Laramie, escrita por Moisès Kaufman es una obra documental que nos acerca al panorama desolador de un crimen ocurrido décadas atrás, presentándose en el Teatro Arlequín bajo la producción de César Perrín.

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 En 1998, Matthew Sheppard de 20 años fue raptado, asaltado y brutalmente golpeado mientras era sujeto a una cerca de madera a las afueras de Laramie, Wyoming (E.U.A), la razón del vandálico acto por parte de sus perpetradores era simplemente increíble e inaceptable: fue porque Matthew era homosexual.

 Moisés Kaufman y su compañía teatral, Tectonic Theater, viajaron entonces a Laramie para entrevistar a las personas cercanas a la víctima y demás gente en el condado para conocer más a fondo la problemática y vivir de cerca el proceso. Durante su estancia, pudieron ser testigos del juicio a los asesinos. Tras recopilar la información formaron una puesta en escena que retratara a la gente a la que entrevistaron y pudiera mostrar desde el ángulo teatral la devastadora tragedia.

 Lo primero que uno nota al comenzar esta obra es la cercanía que la dirección propone, 7 actores sujetos a sus respectivas sillas con un cajón propio en el que encontrarán toda la utilería necesaria para narrar la historia. Tras notar esto la narración de la trama acontece de la voz de estos seres que se transforman en varios habitantes del ya mencionado pueblo y que comienzan a estructurar el antes y después del siniestro.

 Conforme las personalidades desfilan y con ellas los pedazos de la historia que tienen que contarnos, el texto de Kaufman va dibujando figuras de una realidad casi palpable, no busca más que entregarnos a aquellos humanos que vivieron la noticia de cerca señalando la naturaleza de cada uno. Al tiempo que somos partícipes de una tesis acerca de las propiedades perversas sujetas a la condición humana como equivalentes a las acciones de compasión.

 La historia es plenamente honesta pese a tratar un tema de delicadeza total como lo es la homofobia y los crímenes de odio. No pretende juzgar directamente las acciones de quienes dieron fin a la vida del joven, ni transformar en un santo mártir a la víctima, empero, expone la realdad histórica para poder dar al público de apreciar todas las aristas de la historia antes de comenzar conjeturas. Se agradece de sobra que no se torne en un espectáculo pretencioso, sino exponencial.

 Ante la riqueza de material con el cual podía constituir el libreto, Kaufman selecciona a aquellos personajes que puedan imprimir en mayor proporción franqueza y realidad. Es este último elemento el esencial detonante para la gama de emociones que provoca la puesta, el hecho de saber simplemente que la terrible acción ejecutada fue real, y tener de frente a los principales allegados exponiendo esta barbarie no puede lograr otra cosa que sumergir al espectador ante los horrores de la sociedad aparentemente civilizada y conmover totalmente.

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 La dirección de Luciana Silveyra es acertada en todo momento, desde el trazo que aunque podría parecer totalmente lineal en realidad adquiere un fuerte movimiento, generado en breves acciones de peso en un timing delimitado que permiten asimilar con prontitud cada frase ejecutada en el escenario. Silveyra rescata toda fibra humana para conducir el producto hacia la protesta vivencial. Adentra a la audiencia a cada postura y la encara de frente a la escena del crimen, no pidiéndole identifique a la víctima como alguien cercano, sino que encuentre en esa víctima a un ser humano con la integridad desecha por la crueldad de otro. Un trabajo que se plantea tocar al receptor y si no bien cambiar su mentalidad, abrirla.

 El trabajo de los actores convocados es innegablemente excepcional, claramente está demostrado un trabajo de dirección bien ejecutado, pero el talento de Paola Arrioja,Jonathan Persan, Itzel Souto, Ivàn Carbajal, Fernando Memije, Daniel Cervantes y Natalia Benvenuto es total. Sin duda un elenco  sólido y homogéneo dónde todos llevan el mismo ritmo y es difícil resaltar a alguien pues la actuación es muy buena en general. Estos seres maravillosos denominados actores, se arrojan con toda la utilería a un lado, controlando gran parte de los efectos de iluminación ejecutados y desdoblándose en personajes con identidades perfectamente distinguibles y cercanas; son francos y buscan hacer honor a la memoria con calidad y sensibilidad.

 Proyecto Laramie es un grito de paz frente al espejo y un  tratado con el corazón en la mano para desechar la exclusión en el concepto de sociedad. Esta reflexión acerca de la frivolidad y la integridad se cocina con imágenes bellísimas y detalles que dejan huella. Una invitación a conectarnos con nosotros mismo a través de quienes perdieron conocimiento de sí, que nadie debería rechazar.

 P.D. A la producción: no puedo personar el no tener un programa de mano que me diga quienes están detrás de esta creación.

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One Response

  1. Una propuesta escénica realmente interesante. Este es el tipo de teatro que hace falta; este arte actualmente peca de estar adormecido ante las problemáticas que nuestra sociedad sufre y el teatro no es más que el espejo donde la sociedad ha de verse reflejada para reaccionar ante lo que ve. Gracias por devolver el sentido al teatro con obras de éste cáriz. Viajaría a México solo para verla.

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