#IlustradoresConAyotzinapa: a un mes del siniestro
Se ha cumplido un mes ya. Poco más de treinta días transcurridos desde aquél en que comenzó a correr la noticia de la atrocidad que para algunos —acaso los crédulos, ingenuos— parecía algo falaz, bárbaros actos inhumanos que simplemente no figuraban en la idea de realidad que se concebía.
Menuda realidad… Que con este hecho vino a destaparse lo legítima y brutal que es para los desventurados, carentes de oportunidades para hacerse escuchar, de armas para defenderse, y de medios para hacer justicia a todos los futuros amordazados, los caminos coartados, los anhelos arrebatados. Víctimas, mártires del terror, la cobardía, la miseria y la repulsión de la misma especie. Esos desventurados que fueron seis, son 43 y la cifra se agrava a cada día que pasa.
Continúa siendo estremecedor tocar el tema. ¿Qué tan vago es referirse a ellos con la palabra «desaparecidos»? ¿Es todo esto una suerte de sinécdoque que se sitúa ante nosotros a manera de reality check? ¿Ya despertamos? ¿Y qué con el repudio que despiertan estos reprobables sucesos hacia la pesadilla que han hecho los dirigentes de nuestro país con él? ¿Qué remedo de autoridades tenemos? ¿Qué se hace con la indignidad y la humillación como el sentir común de una nación entera? Por si eso no fuera suficiente, ¿qué se hará con la desaprobación categórica hacia tal infamia por parte de países, intelectuales y ciudadanos del mundo que no dejan solidarizarse?
Hay muchas preguntas que se formulan al instante y pocas respuestas que puedan sosegar la urgencia de resolverlas. Tampoco es fácil encontrar soluciones para llevar a la práctica ante incidentes que se detonan como consecuencia de un truculento trasfondo del que incluso hay temor por conocer. Potenciar la lucha o apaciguar la resignación, es el dilema. Aunque el incalculable compendio de muestras de apoyo y fraternidad que se han hecho a las familias de los 43 normalistas de Iguala resulte, sin lugar a dudas, un empuje inequívoco a no darse por vencido. Que la unión hace la fuerza, lo sabemos.
Recientemente comenzó a aparecer por las redes la leyenda #IlustradoresConAyotzinapa. Este proyecto nació de Valeria Gallo con la intención de humanizar las cifras y dar rostros a los desaparecidos puesto que, señala, puede tratarse de algún conocido o familiar cercano, y cualquiera de nosotros podría verse envuelto en la vulnerabilidad de las circunstancias. Invitó a colaborar a Margarita Sada y otros colegas, se fueron esparciendo los resultados y a apenas pocos días de haber arrancado, ha sido acogido de manera satisfactoria entre la comunidad artística aludida con más de 200 aportaciones a la causa, y contando.
La sensibilización que trae consigo el arte es, en ocasiones, difícil de expresarse con palabras. Como al ver un cuadro o una fotografía, es casi imposible traducir a la oralidad la cantidad de emociones que despierta y de ideas que evoca.
Sucede justamente así. Es sobrecogedor cómo miles de voces claman aún por Saúl Bruno García, por Leonel Castro Abarca, por Cutberto Ortiz Ramos y por Alexander Mora Venancio. Cómo personas que ni siquiera conocían a Carlos Iván Martínez Villareal o a Doriam González Parral exigen que se les regrese con vida a sus familias. Vivos se los llevaron y vivos los queremos.
Porque para la reparación de esa realidad mencionada, no bastarán cientos de noches más que reflejen cambios significativos y poco podrá revertirse a como antes era. Porque a veces hace falta creer. Porque el mínimo gesto del prójimo, la empatía y el brindar apoyo sin que se pida, puede traer consigo una resonancia inconmensurable, como el aleteo de una mariposa. Porque son más de 43. Porque no es sólo México, es cada persona del globo que se solidariza con ellos. Porque ¿quién dijo que todo está perdido?
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Originally posted 2014-10-28 10:19:55. Republished by Blog Post Promoter