“Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice”
Peter Drucker
Un Teatro es un muy poco convencional – pero práctico- nombre para un espacio teatral. Desde que iniciaron operaciones en el corazón de la colonia Condesa, han apostado por llevar al campo escénico proyectos de dramaturgia contemporánea arriesgados, innovadores y frescos. Muy exitosos en mayoría, algunos desafortunados, pero la cartelera de este recinto tiene un muy buen material justo ahora ofreciéndose los días jueves: Que no se culpe a nadie de mi muerte, de Humberto Robles.
Una mujer aparece descolgando el teléfono repetidamente en espera de encontrar a alguien en la línea que quiera hablarle, ese alguien es su novio. Esta ha decidido ponerle fin a su vida esta noche, elegirá un método glamoroso de pastillas con whiskey para sentir que algo en su vacía, inútil y monótona vida al fin tuvo sentido. Antes de ejecutar su acto final, justificará las acciones que la han llevado a tal lugar, más bien, a las personas que la orillaron. Sabe que no se debería de matar, eso no resuelve nada, el mundo seguirá sin comprender los motivos de su muerte, mientras que ella aún no podrá comprender al mundo del que vive aislada.
Con una dramaturgia simple en su diálogo, pero profunda en su semántica, Humberto Robles da un paseo a través de un problema de comunicación. Una mujer que nunca ha sido escuchada decide partir del mundo que no la ha querido entender, pero ella no es tan solo una víctima, ha sido cómplice al no adaptarse aunque sea un poco, por eso ha llegado al punto entre ser una maniaca y una depresiva al mismo tiempo.
El personaje de esta mujer se encuentra una dolorosa zona de reflejo para la crueldad social y la intolerancia, como ser indiferente al dolor de alguien que está justo a nuestro lado (algo tan familiar en la actualidad que aterra). El texto de Robles critica fuertemente a la falta de comunicación, a la ausencia del amor propio y al conservadurismo infundado que no es menos injustificable que el libertinaje descarado. Pasando con grata efectividad por las condiciones clasistas y racistas que hieren y permean en las conductas humanas o las estampas de familia disfuncionales. La obra es como los fragmentos rotos esparcidos en el suelo de un hermoso jarrón caído, todos critican el desorden producido pero nadie lo recoge.
Si bien el tono de comedia casise mantiene de origen durante toda la obra, el drama luce con fuerza cuando necesita ser apuntado. A través de la dirección de Andrés Tena, estos claroscuros en la vida de la mujer hayan plenitud en una complicidad absoluta entre los tonos y las imágenes generadas. Destaca además la iluminación diseñada que con una simpleza total y bastante limitada, permite crear efectos bastante eficaces para acentuar los aspectos clave.
Tena delimita el entorno a una audiencia semicircular que será parte del departir en que se desaparece la cuarta pared a la menor provocación, conduce la historia con la delicadeza necesaria para aprobar la tragedia, imprimir el sentimiento necesario y luego romper con una desesperación cómica; resuelve sus transiciones con pocos elementos de utilería y escenografía para que el público se concentre totalmente en su actriz y lo que este tiene que decir mediante su oficio. Empero de que la percepción inicial sea que este director busca lograr que la comedia con tistes cabaretescos sea la triunfadora, deja en claro que lo que realmente importa es que el mensaje del autor sea entendido.
Ya se tienen dos elementos indispensables: un buen texto y un director tan ambicioso como inteligente, la última pieza sería una actriz con un diapasón lo suficientemente grande para desdoblarse en cuantos personajes sean necesarios para ilustrar el monólogo, sin perder en ningún momento al principal. Valeria Vera se anota para el reto y lo ejecuta con una transformación actoral rica y altamente compleja, lo cual la lleva definitivamente a otra era dentro de su carrera.
A Vera la hemos visto muy bien en cuanto a musicales: Hoy No Me Puedo Levantar (versión 2006), Avenida Q (versión 2008) y hasta Oz El desastre Musical. También sabemos que es genial si de comedia hablamos, aunque a pesar de todo trabajo anterior de la actriz, se tiene que apuntar a esta puesta como su consolidación dentro del mundo teatral.
Repitiendo al autor que la hizo brillar alguna vez en “Siete Mujeres”, Vera crece totalmente en una dimensión que le permite desarrollar una lista de matices diversos con la sensibilidad adecuada. Es la desanimada y conflictiva suicida en potencia, luego una altiva madre calculadora que devora a su hija mediante sus defectos, inundada por el frenetismo del “¿qué dirán los demás?”, de ahí salta a la hermana drogadicta cuasi hippie que prefiere escapar de las responsabilidades en el viaje del alucine y la sexualidad, continúa su tour con una monja cuyos votos de obediencia se consumen en la oscuridad de su crueldad y finalmente en la abuela judía que guarda el resentimiento de los campos de concentración en cada palabra.
Hay algo dentro de la comicidad de Vera que encierra un dolor muy fuerte, el rechazo al ser que ha buscado amar y ser amado fallidamente, por eso ha ensayado la muerte tanto que ahora se decide a ejecutarla, conmoviendo a todo el público ante tal decisión. Cuan brillante la muerte se hace en un mundo tan oscuro.
Esta es una puesta que necesita ser vista más tiempo, en otros espacios de ser necesario, para lograr que la culpabilidad sobre la muerte de la misma nunca sea recibida. Altamente recomendable.
Originally posted 2014-11-10 11:10:30. Republished by Blog Post Promoter