Entrevista a Javier Alvarado
Rodeado de una abundancia diversificada, de un pópulo amplio y diferente que puede verse como un abanico abierto de colores desvaneciéndose, una paleta de color, de los más oscuros hasta los más claros, pasando por los mestizos y descendientes de españoles, desde los chombos hasta la abundancia y palidez de los chinos como la multiplicación de los panes y los peces, Javier Alvarado (Santiago de Veraguas 28 de Agosto de 1982) creció en el pueblo de Ocú -abundancia de maíz-, en el Distrito de Herrera, península de Azuero.
Después de llevar una infancia tranquila, una ligadura umbilical con su abuela y las tradiciones panameñas, a los tres años se muda a la capital. Más tarde, al crecer, estudia el bachillerato en Comercio en el Panamá School, donde además de graduarse descubre su amor por las letras. Y es gracias a esto que determina licenciarse en la carrera de Literatura, en la Universidad de Panamá, donde actualmente estudia su Master en Arte Teatral.
Recuerda muy claramente sus primeros acercamientos a las letras, donde recalca dos eventos en especial: el primero, gracias a su abuela, es el hallazgo entre un estante que parecía aterido por toda una red de raíces sujetándolo, Amalia, de José Mármol de Argentina. Y el segundo, por parte de una maestra de español a quien conoció durante sus estudios en el Panama School, sembró en él el gusano de la literatura, contándole anécdotas acerca de Tristán Solarte, Rogelio Sinán o la mariposa al vuelo al polinizar tantas almas como puede, el realismo mágico de Gabriel García Márquez.
“No sé hacer otra cosa que escribir poesía” dice con sencillez Javier, al tiempo que bebe un largo trago de agua. Y es cierto, o al menos, por lo fecundo de su camino en cuestión de reconocimientos, premios y menciones, uno no puede contradecirlo fácilmente y jactarse de lo dicho.
Su camino en la literatura comienza desde muy pequeño, su niñez es un poema de esmeraldas. A los 10 años comienza con sus primeros borradores de poemas cortos y a los 12 años gana su primer Premio Intercolegial de Cuento. Título que mantiene un par de años, hasta los 15, después de la flecha al pecho que fue la muerte de su abuela, se le galardona de nuevo un par de veces, esta vez por el fallo del Premio Intercolegial de Poesía “Diana Morán”. Más tarde sería reconocido con muchos más premios de gran calibre en su nación y fuera de ella, como el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá en 2000, 2004 y 2007, el Premio Nacional Pablo Neruda en 2004, la Mención de Casa de las Américas por parte de Cuba en 2010 o el Premio Internacional Rubén Darío, Nicaragua, en 2011.
– Javier, ¿Por qué escribes? ¿Qué es lo que caracteriza tu poesía? ¿Qué cosas distintas ofreces a la literatura panameña?- Yo pienso que el poeta nace y su obligación es hacerse, formarse. Fue una decisión de vida. No usar un talento es ir en contra de sí mismo, es una manera de exorcizarte y de justificarte. No me veo haciendo ninguna otra cosa, este es mi oficio, a esto me dedico. Y bueno, por la otra parte creo que siempre rescribimos la misma vaina de distinta manera, así es que no creo que tenga una función en especial o algo que la distinga por encima de todas las otras, sino que las ayuda, las maximiza. Aunque a mí muy personalmente me gusta seguir mis tradiciones, frecuentar a los escritores vivos y conocer a fondo todo lo que es mi patria. El camino que elijan los libros es algo que yo no puedo decidir, lo único en lo que puedo ser útil es en la difusión de la poesía, en la promoción de la cultura. Ese es el gran problema al que nos enfrentamos aquí: las instituciones no mercadean tu obra y no existe la política de difusión como con los artistas musicales o los futbolistas. Es una pena.
– ¿La literatura joven en Panamá es una realidad o un sueño guajiro que todos deseamos?- Contamos con buenos narradores, eso es indudable. Sin embargo debe hacerse un escrutinio a fondo y de calidad, porque la literatura joven en Panamá es más que un hecho. Hay muy pocas personas trabajando en ello, aunque aún así goza de salud. Nuevas voces están alzando la dramaturgia panameña como Javier Stanziola o José Durango. Y en ese sentido estoy seguro de que la literatura panameña tiene muchas cosas qué mostrar al mundo, pero mientras nuestros autores no se preocupen por difundirse y promocionarse, no vamos a salir de donde estamos estancados. Cada uno sabe lo que esta haciendo.
La literatura panameña se levanta como un sol que arde y despierta a todos los que a su paso toca. Como el astro mayor, se levanta y desde el cielo ilumina Boca la Caja, El Cangrejo, Calidonia, Casco Antiguo y El Dorado. Como una espada en un sueño se defiende y como un caparazón blando y frágil, en la realidad, soporta los embates violentos de su suerte.
Originally posted 2013-05-14 14:53:44. Republished by Blog Post Promoter